La envidia se define como un sentimiento o estado mental en el que la persona sufre muchísimo por no tener lo que otra posee, bien se trate de bienes materiales, cualidades tangibles o no tangibles... El problema está en que el envidioso trata por todos los medios de hacer sufrir a su víctima.
Imagino que os preguntaréis a qué viene hoy hablar de la envidia.
Desde que en el año 2011 subí mi primera novela a Amazon, pocas veces he compartido con vosotros comentarios y cuando lo hacía, en mis inicios, solía hacerlo tanto de los buenos como de los malos (por supuesto solo de aquellos que eran constructivos), los malintencionados intentaba olvidarlos y aunque entonces me hacían daño siempre lo justifiqué desde la envidia y de la pobreza e indignidad de carácter de quien se escondía tras ellos amparados en el anonimato. Recuerdo que en una de mis primeras entrevistas radiofónicas a razón de que Bajos los tilos estuviera en el número 1 del top, comenté con la locutora que la novela tenía muchos comentarios de cinco estrellas pero que había gente que no le había gustado y entendía las razones que me daban; es más, yo misma dije que hay novelas que a otros gustan pero que a mí no.
Sin embargo, ayer tuve la última muestra de algo que repito y repetiré hasta la saciedad: «Los malos existen y están a nuestro lado esperando el momento de lanzarnos sus garras».
Y el envidioso es un ser malvado, inmaduro, insatisfecho, narcisista, que desea lo que precisamente otros tienen...y he tenido que dar con uno o más bien una de estas personas.
Ayer, 24 de diciembre de 2016, por casualidad, entré en Amazon y me encontré con un comentario de 1 estrella al que no hubiera dado valor si no hubiera sido por lo que decía de ofensivo hacia mi persona. La suerte (no siempre es posible) hizo que pudiera acceder a saber quién se escondía tras el falso nombre de Casiopea y me llevé la sorpresa del siglo. Se trataba de una escritora con la que creía mantenía una amistad nacida de nuestros mismos orígenes como autoeditadas en Amazon, la misma escritora con la que compartí micrófono casi una hora en una tertulia de la taberna galáctica, y con las que mantuve bastantes conversaciones. Esta escritora dice de mi novela y de mí :
«Mala literatura. Personajes planos y poco creíbles. Suspense forzado. Mal escrito, no, lo siguiente. La persona que lo ha escrito debería dedicarse a otra cosa. Me ha dado vergüenza ajena leerlo, bueno solo he coseguido leer la mitad o menos. Es insufrible. De esta autora, si es que así se puede decir, no pienso comprar nada más. Debería plantearse volver a escribir algo en el fturo porque es ridículo».
Mientras que en el 2013 (antes de que yo firmara con editoriales) puntuaba con 5 estrellas una de mis novelas. Pero lo importante no es ese matiz, sino la diferencia del tono y cómo hablaba de la novela, detallando lo que le había gustado, lo que había sentido y no de mí persona (juzgad vosotros mismos):
«Tenía muchas ganas de leer esta novela y, aunque no he terminado de leer la que tenía entre manos en el momento de comprar Bajo los tilos, no he podido reprimirme y la verdad no me ha defraudado en absoluto, todo lo contrario, me ha encantado. Es una novela corta, me la he leído en dos tardes. Tiene una lectura rápida y fluida. Su trama está muy bien hilvanada y te mantiene con la intriga hasta el final. La historia de Elena, la madre de la protagonista, me ha llegado al corazón y se mantendrá ahí porque al fin y al cabo todos somos víctimas de nuestro destino. Hay gente que piensa y siente que su camino tenía que haber sido otro muy distinto y cuando quieren rectificar ya es demasiado tarde. Recomiendo su lectura totalmente».
Por supuesto, no voy a dar su nombre aunque guardo documentos gráficos de todo lo que os he contado, porque no soy malvada como ella, aunque esta vez sí creo que merece la pena escribir, aunque sea unas líneas, sobre el asunto porque me sirve a mí de catarsis y a todo el que lea esto, de reflexión de lo que tanto voceo: «nunca perdáis de vista que quien os hará más daño siempre será alguien relativamente cercano a vosotros».
La envidia mata, autodestruye y esta escritora ha comenzado ya su fase de autodestrucción. Sus malintencionadas palabras hacia mí, no solo hacia la novela, así me lo indican. Sobre todo porque no tiene la valentía de hacerlo en directo, con su nombre por delante, razonando su opinión y enfrentándose a su envidia.
Para mí, desde este momento has dejado de existir. Siempre intento alejarme de la gente tóxica, no me conviene para crecer y ser feliz.